Nutrición, sistema inmunitario y covid-19.

Borja Alvarez

Borja Alvarez

Nutricionista

Dietista-Nutricionista
Núm. Col. CAT001526

Con la crisis del coronavirus son múltiples los artículos que intentan buscar una relación directa entre la dieta y el virus, pero hoy en día no hay evidencia que la nutrición pueda hacer frente al coronavirus. No existe por ahora un tratamiento dietético-nutricional ni tampoco unas pautas alimentarias claras que reduzcan el riesgo a infectarnos. Lo único que podemos hacer es guiarnos por las recomendaciones nutricionales ya creadas, para reforzar el sistema inmunológico y reducir al máximo la exposición al virus. En este articulo hablaremos de cuales son los factores que afectan al sistema inmunitario y que recomendaciones nutricionales existen para reforzar la inmunidad o evitar las infecciones.

 

FACTORES QUE AFECTAN A LA FUNCIÓN INMUNE:

La función inmune está influenciada por múltiples factores genéticos y ambientales (Figura 1) y, por lo tanto, existe un alto grado de variabilidad en la resistencia a la infección por parte de la población sana adulta. Todos estos factores contribuyen a la mejora o al declive del sistema inmune, pero realmente la exposición al patógeno es lo que determina la posibilidad de contraer la infección.

Si nos centramos en la alimentación, está demostrado que el estado nutricional de las personas es un gran modulador de la función inmune. Tanto el exceso que produce obesidad (Nieman et al. 1999) como la desnutrición (Scrimshaw & SanGiovanni 1997) afectan al sistema inmune de manera perjudicial. Aspectos concretos de la dieta habitual como el consumo de grasas, proteínas, suplementos multivitamínicos y minerales, el consumo de alcohol y tabaco; ejercen una influencia muy significativa en el mantenimiento de la función inmune. La deficiencia de ciertos micronutrientes específicos está asociada con una respuesta inmune deteriorada y con una mayor susceptibilidad a enfermedades infecciosas. Esto lo demuestran muchos estudios que, agregando el micronutriente deficitario a la dieta, se puede restaurar la función inmune y la resistencia a las infecciones (Calder & Kew 2002).

Lo que aún no está claro, por falta de evidencia científica es que, si se aumenta el consumo de micronutrientes específicos por encima de la ingesta nutricional recomendada, pueda mejorar la función inmune de un individuo sano y bien alimentado. Es más, existe el riesgo que un consumo excesivo de algunos micronutrientes como la Vitamina E, Hierro o Zinc; puedan deteriorar el sistema inmunitario y aumentar la probabilidad a infecciones (Calder & Kew 2002).

DISPONIBILIDAD NUTRICIONAL Y SISTEMA INMUNE

Como hemos comentado anteriormente la alimentación puede afectar en casi todos los aspectos del sistema inmunitario, esto es debido ha que los macronutrientes (carbohidratos, proteínas y grasas) están involucrados en el metabolismo de las células inmunológicas y en la producción de anticuerpos y los micronutrientes (vitaminas y minerales) están involucrados en la replicación de las células inmunes y en la protección antioxidante (Gleeson 2006). El déficit o exceso de ciertos nutrientes pueden alterar la respuesta inmune por mecanismos directos y/o indirectos (Figura 2) (Walsh et al. 2011)

ENERGÍA E HIDRATACIÓN

Está demostrado que la restricción energética de la dieta y la falta de hidratación sea por déficit de ingesta o exceso de perdidas (sudor), provoca una depleción de la función inmunológica en personas sanas. Por ejemplo, un estudio hecho con soldados profesionales reveló que el grupo que les proporcionaron una dieta con la mitad de las kilocalorías de sus necesidades energéticas reales durante 12 días, en comparación al grupo de soldados con una dieta ajustada a sus necesidades energéticas; tuvieron una disminución de la inmunidad celular y humoral (Booth et al. 2003). En el marco de la hidratación, se ha observado que una ingesta liquida inferior a las necesidades hídricas de cada individuo, aumenta las concentraciones sanguíneas de cortisol, hormona con efectos inmunosupresores asociados a una función inmune deprimida (Bishop et al. 2004).

HIDRATOS DE CARBONO

La evidencia muestra que los índices inmulógicos están deprimidos en un grado mucho mayor en personas con una dieta muy baja en carbohidratos, en comparación a las personas que ajustan la ingesta de hidratos de carbono a sus necesidades. Este hecho se produce cuando las reservas de glucógeno son muy bajas, causando un aumento de la concentración de cortisol; esta hormona como hemos dicho anteriormente tiene efectos inmunosupresores conocidos (Mitchell et al. 1998) (Bishop et al. 2001b). Las recomendaciones para llevar una dieta equilibrada son las optimas para no sufrir este problema, se aconseja que los hidratos de carbono tienen que estar presentes en un 50-55% del total de nuestra dieta. Este porcentaje puede variar en función del desgaste físico de cada individuo, pero nunca debe de ser menor a las necesidades de cada uno.

GRASAS

Los lípidos son macronutrientes esenciales en nuestra dieta, ya no solo como fuente de energía, sino también porque los lípidos son componentes importantes de las membranas celulares. La ingesta recomendada de grasas en adultos sanos es de entre un 30-35% del total de la dieta, de las cuales las grasas saturadas no deben de aportar mas del 10% de la ingesta total diaria, los ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva) un 15% los ácidos grasos poliinsaturados (nueces, pescados…) un 8% y las grasas trans (dulces, frituras…) menos del 2%. Hay dos ácidos grasos poliinsaturados esenciales (omega 3 y 6), esto quiere decir que nuestro organismo no los puede sintetizar y los necesitamos incorporar a partir de la dieta.

Estos ácidos grasos pueden influenciar en la función inmune ya sea actuando como combustible energético de células inmunes, contribuyendo a formar las membranas de las células inmunes o regulando la síntesis de eicosanoides (prostaglandinas). Hay estudios que dicen que dietas ricas en omega 3 y 6 mejoran las condiciones de pacientes que sufren enfermedades del sistema inmunitario como la artritis reumatoide, teniendo un efecto antiinflamatorio (Calder 2011). Pero sigue siendo un tema de debate si una dieta rica en estos ácidos grasos tiene el mismo efecto en adultos sanos, ya que en muchas ocasiones una dieta alta en grasas se ve comprometido el sistema inmune y no se recomienda en adultos sanos para llevar un funcionamiento inmune óptimo (Pedersen et al. 2000). Por tanto, por ahora los consejos en población sana son acotarse a las recomendaciones de consumo de lípidos y si hay sospecha que la ingesta no esta cubierta con una alimentación variada y equilibrada, podría estar justificado la suplementación de estos.

PROTEINAS

Las recomendaciones de ingesta proteica para adultos sedentarios sanos son de 0,8g de proteínas por kilo de peso al día. Un consumo inadecuadamente bajo de proteínas puede perjudicar la función inmune y aumentar la incidencia de infecciones (Li et al. 2007); estos efectos son causados por una atrofia del tejido linfático linfoide, una disminución de la concentración de linfocitos T maduros y de la capacidad fagocítica de los macrófagos. No es común hoy en día tener un déficit proteico en personas sanas, solo es probable que pueda aparecer durante dietas hipocalóricas prolongadas, dietas vegetarianas mal estructuradas o en deportistas con dietas desequilibradas.

 

MICRONUTRIENTES (VITAMINAS/MINERALES) Y SUPLEMENTOS

En esta sección resumiremos la evidencia científica actual sobre los suplementos dietéticos que mejoran la inmunidad y/o reducen el riesgo de sufrir alguna infección.

SUPLEMENTOS MECANISMO DE ACCIÓN Y EFICACIA GRADO DE EVIDENCIA
Probióticos Estos microorganismos vivos, cuando se administran durante 4-5 semanas, pueden aumentar el número de bacterias beneficiosas del intestino. Algunos estudios demuestran una mejora en aspectos de la inmunidad adquirida y una menor incidencia en las infecciones respiratorias y problemas gastrointestinales. ● ● ● ○ ○
Vitamina D La exposición a la luz solar representa el 90% de la fuente de vitamina D. Un déficit de esta vitamina esta asociada a un aumento de la posibilidad de sufrir una infección del tracto respiratorio superior. Se requiere mas evidencia que respalde la eficacia de la suplementación. Se recomienda una dosis de 1.000 UI/día durante los meses de otoño a primavera. ● ● ● ○ ○
Vitamina C Una vitamina antioxidante que reduce la oxidación celular y aumenta la inmunidad. Hay pruebas irregulares de la eficacia en la reducción de los síntomas de las infecciones respiratorias. Se recomienda una dosis de 0,25-1g/día durante los meses de más estrés o desgaste físico. ● ● ○ ○ ○
Zinc Una deficiencia de zinc da como resultado una inmunidad deteriorada, es poco frecuente un déficit en una dieta equilibrada y variada. Este mineral reduce la incidencia y la duración de los resfriados comunes, pero no hay evidencia suficiente para aprobar que la suplementación mejore esta incidencia. Es más, un exceso de suplementación de zinc puede empeorar la función inmune. Se recomienda una dosis de 75mg/día durante el resfriado o la infección. ● ● ○ ○ ○
Quercetina La quercetina es un flavonoide de origen vegetal, en estudios hechos con humanos muestran cierta reducción de la tasa en sufrir infecciones; en estudios in vitro muestran fuertes efectos antiinflamatorios, antioxidantes y anti patógenos. Se recomienda una dosis de 1.000mg/día durante los meses de más estrés o desgaste físico. ● ● ○ ○ ○
Omega-3 Existe cierta evidencia que la suplementación con Omega-3 limita la inflamación, pero no hay evidencia suficiente que la reduce en personas sanas. Si que es cierto que una dieta pobre en este ácido graso disminuye la función inmune. ● ○ ○ ○ ○
Glutamina Este aminoácido no esencial se utiliza como sustrato energético en ciertas células inmunes, concretamente los linfocitos. En situaciones de estrés físico y psicológico la concentración de glutamina sanguínea se ve reducida, la suplementación podría mejorar la concentración y reducir los problemas inmunes; aún no hay suficiente evidencia. ● ○ ○ ○ ○
Vitamina E La suplementación de esta vitamina antioxidante tiene buena evidencia sobre sus efectos inmunoestimulantes en ancianos frágiles, pero no presenta evidencia de beneficios en adultos sanos, es más dosis elevadas pueden ser prooxidativas. ● ○ ○ ○ ○
Equinácea Hay cierta evidencia en estudios in vitro que mejora la inmunidad a través d efectos estimulantes sobre los macrófagos. Los primeros estudios en humanos indicaban posibles efectos beneficiosos, pero trabajos más recientes, a mayor escala y mejor controlados dicen que no hay ningún efecto de la equinácea sobre la incidencia a sufrir menos infecciones o reducir la gravedad de los síntomas del resfriado. ● ○ ○ ○ ○
Betaglucanos Este polisacárido derivado de las paredes celulares de la levadura, hongos, algas y avena estimula la inmunidad innata. Pero solo hay evidencia de su efectividad con estudios hechos en ratones y no en humanos. ● ○ ○ ○ ○
Calostro Bovino El calostro de la leche de vaca contiene anticuerpos, factores de crecimiento y citoquinas. Se toma para mejorar la inmunidad de la mocosa intestinal y aumentar la resistencia a sufrir infecciones, pero un estudio aprueba que los sujetos suplementados aumentaban la secreción salival de inmunoglobulinas A, pero esto no hacia modificar el riesgo a sufrir infecciones. ● ○ ○ ○ ○

 

BIBLIOGRAFIA

Nieman, D.C., et al. (1999) Influence of obesity on immune function. Journal of the American Dietetic Association 99:294-9.

Scrimshaw, N.S. and SanGiovanni, J. P. (1997) Synergian of nutrition, infection and immunity: an overview. American Journal of Clinical Nutrition 66: 464S-77S.

Calder, P.C. and Kew, S. (2002) The immune system: a target for functional foods? British Journal of Nutrition 88 (Suppl 2): S165-77.

Gleeson, M. (2006) Can nutrition limit exercise-induced immunodepresion? Nutrition Reviews 64: 119-31.

Walsh, N.P. et al. (2011) Position Statement Part two: Maintaining immune health. Exercice Immunology Review 17: 64-103.

Booth, C.K. et al. (2003) The physiological and psychological effects of combat ration feeding during a 12-day training exercise in the tropics. Military Medicine 168: 63-70.

Bishop, N.C. et al. (2004) No effect of fluid intake on neutrophil response to prolonged cycling. Journal of Sport Sciences 22: 1091-8.

Mitchell, J.B. et al. (1998) Influence of carbohydrate status on immune responses before and after endurance exercise. Journal of Applied Physiology 84: 1917-25.

Bishop, N.C. et al. (2001) Pre-exercise carbohydrate status and immune responses to prolonged cycling: II. Effect on plasma cytokine concentration. International Journal of Sports Nutrition 11: 503-12.

Calder, P.C. (2011) Fatty acids and inflammation: the cutting edge between food and pharma. European Journal of Pharmacology 668: S50-8.

Pedersen, B.K. et al. (2000) Training and natural immunity: effects of diets rich in fat or carbohydrate. European Journal of Applied Physiology 82: 98-102.

Li, P. et al. (2007) Amino acids and immune function. British Journal of Nutrition 98: 237-52.

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